Lugares Verdianos

Texto: José Manuel Alonso Ibarrola / Fotos: Blanca Berlin.

"¡Verdi è morto!", grita una y otra vez un hombre disfrazado de "Rigoletto", en una de las primeras secuencias del film de Bernardo Bertolucci, Novecento. Sí, Verdi había muerto, pero los campesinos del film no parecían emocionarse mucho. Podía más en ellos la imagen del patrón, del dueño de la gran finca cercana a Busseto, que la imagen del mítico compositor de óperas, famoso en el mundo entero y gloria nacional. Porque Giuseppe Verdi murió en Milán a las tres de la madrugada del día 27 de enero de 1901, una fecha emblemática que servía para arrancar una historia de la Italia del siglo pasado, feroz, cruel y magistral en la película citada.


Tumba de Verdi

Villa Verdi. Busseto

   El mundo sigue amando a Verdi y los admiradores más fervientes, entre los que me incluyo, siguen visitando los "lugares verdianos" y otros sitios de la Emilia Romagna que merecen la pena, y al final, sobre todo, Parma.

  La ruta comienza en Milán, aunque también puede ser desde Parma. Desde la capital lombarda, la ruta verdiana se inicia al revés, es decir, con la visita a la "casa de reposo" que Verdi hizo construir para acoger a cantantes ya retirados y que alberga las tumbas del maestro y de su segunda mujer, Giuseppina Streponi. El Museo del Teatro alla Scala también alberga objetos muy emotivos del maestro. Y más de un fetichista "verdiano" se acerca al renovado Grand Hôtel Et De Milan, en via Manzoni, donde una placa recuerda que en el mismo murió el maestro. Meses antes, el 4 de diciembre, había dejado para siempre Villa Sant'Agata, ahora denominada "Villa Verdi".


Plano Lugares Verdianos

Teatro alla Scala

  Dicen que durante su agonía, los milaneses pasaban quedo por la calle, a la cual cubrieron de serrín para que los carruajes que circulaban por la misma no molestaran al Maestro. Pero los fans ya no pueden visitar "la habitación donde murió", porque su mobiliario fue regalado por la dirección del Hotel a los herederos de Verdi, la familia Carrara Verdi. Ahora se exhiben en Villa Verdi.

  De Milán a Busseto hay 73 kilómetros por la autopista que conduce a Bolonia. La salida más apropiada es Fidenza. Y desde aquí, por Soragna, llegar a Busseto. Refiriéndose a esta encantadora localidad parmesana, el escritor italiano Gustavo Marchesi escribió: "Es el único lugar turístico que permite llegar al fondo del alma de Verdi".

  La primera y obligada visita se sitúa en Roncole Verdi, antes de llegar a Busseto, donde se encuentra la casa natal de Verdi. Un humilde caserío, con dos lápidas solamente, porque hubo un momento en que las autoridades del pueblo tuvieron que decir "basta", pues llegaba una banda de cualquier lugar de Italia, interpretaba una marcha del maestro y colocaba una lápida. Ahora tocan y dejan una corona ante el busto, pero no hay lápida. Enfrente está la iglesia, modesta, donde Verdi aprendió a tocar el órgano, que se conserva también.

  Busseto, como todo pueblo que se precie, tiene una calle mayor. Se llama via Roma. En la misma está la iglesia donde Verdi se casó, por vez primera, con Margherita Barezzi; y el "Salón Barezzi", es decir, la casa de su suegro, al que le debía todo en la vida, según confesó en los últimos años, y a quien le hizo sufrir cuando se casó con una cantante, piedra de escándalo para el pueblo, llamada Giuseppina Strepponi, y a quien muchos creen ver en La Traviata. Cuando se instaló en el Palacio Orlandi -en la misma calle-, algunos ciudadanos tiraban piedras a las ventanas. Pero Verdi, impertérrito, seguía componiendo Rigoletto y esa maravillosa romanza de tenor "La donna é mobile", para muchos "la romanza más famosa del mundo". Los que solamente tararean "Un automóvil, dos automóviles..." ignoran que es la romanza más antifeminista del mundo. "La donna è mobile qual piuma al vento, muta d'accento e di pensiero...", traducida al castellano vendría a decir: "la mujer es voluble como una pluma al viento, cambia de tono y de pensamiento... ".


Casa natal. Roncole

Oratorio SS Trinitá. Boda de Verdi

  A Verdi la vida, en el terreno familiar, no le trató bien. Se casó, tuvo dos hijos y en el espacio de dos años perdió a los tres seres queridos. Y mientras sucedían las muertes, Verdi trabajaba en una ópera cómica que resultó un fracaso, Un giorno di regno. Antes había debutado con Oberto. Crítica y público pensaron que había madera en aquel joven "bussettano". Y luego está el famoso episodio imposible de soslayar: deshecho, derrumbado, destrozado, Verdi malvive en Milán. Su orgullo le impide volver a su pueblo natal. Un empresario, Merelli, que cree en él, le introduce subrepticiamente en el bolsillo de su chaqueta el libretto de una ópera que no quería nadie: Nabucodonosor. Con este título, ¿quién iba a quererla? Llega a casa, descubre el libreto en el bolsillo y lo abandona displicente sobre la mesa. Se arroja agotado en una silla. El libreto ha quedado abierto y en sus ojos quedan plasmadas unas palabras: "Va', pensiero, sull'ali dorate...". Se acuesta con ese inicio de estrofa. De repente, se levanta y escribe unas notas: ha nacido un coro maravilloso para la posteridad. Un lamento patriótico para los pueblos irredentos... Concluye la ópera, se estrena y el éxito es clamoroso. Sigue trabajando, produciendo, "años de galera" los llama él. Además ha descubierto "el truco". Incluye coros brillantes, con letras que expresan odio al tirano y deseo de libertad, que son acogidas con entusiasmo. Con Ernani se repetirá el éxito. El nacionalismo italiano juega a su favor... y su apellido también. Porque ¡Viva V.E.R.D.I.! no era más que el grito encubierto de los patrióticos monárquicos que reclamaban la unidad italiana y manifestaban su admiración por "Vittorio Emanuele Rey De Italia". Con las cinco siglas surgía el acróstico VERDI. Y las primeras fueron vistas en Roma, la noche del 17 de febrero de 1859, tras el éxito de Un ballo in maschera, en el teatro Apolo de dicha ciudad, "eterna" para muchos. La ópera, bloqueada muchos meses por la censura, dado que el libreto recogía el asesinato de un rey francés, hubo de reformarse, y en vez de un monarca sería un gobernador de Boston, allende los Estados Unidos, la víctima por un asunto de faldas. La vida tiene sus ironías. Verdi soñaba -lo escribió- con Italia "una, libre y republicana" y terminó siendo un hombre clave y cifrado de las ilusiones monárquicas, y posteriormente diputado.

  Verdi, harto de sus paisanos, deja el pueblo y compra Villa Sant'Agata. El campesino que hay en él surge cuando se ocupa de sus tierras. En una carta le recuerda a su administrador que "en las tierras bien administradas, la paja y el forraje hay que hacerlos en casa y no gastar en comprarlos". Y el campesino nato decía esto y una hora más tarde quizás, al piano, ponía unas notas musicales a un libreto que decía: "Ámami, Alfredo...", una apasionada y desesperada llamada de amor. Estaba concluyendo La Traviata, cuyo primer acto lo había escrito de un tirón en Génova.

  Aquí también, en Sant'Agata, terminó El trovador... ¿Se puede pensar que la inspiración pueda venir en esas tierras del río Po? Cierto. Cuando cae la tarde, la niebla lo invade todo. Y los altos árboles que circundan las tierras cultivadas emergen como fantasmas. Dicen que en su jardín intuyó la atmósfera de Aida, y un biógrafo, Bruno Barilli, cuenta que paseando Verdi por Parma, al oír los gritos de un vendedor ambulante de alfarería, tomó notas en un minúsculo block y más tarde, esos gritos son los que escuchamos transformados en las invocaciones de los sacerdotes junto al Nilo. Verdi no fue jamás a Egipto, ni tan siquiera para el estreno de Aida en El Cairo, pero previamente pidió detalles del tamaño del coliseo para tenerlo en cuenta a la hora de contar con "el metal" en la orquesta. El campesino minucioso lo seguía siendo cuando se convertía en compositor.

  Verdi, tras su viudez, se unió a Giuseppina Strepponi, a quien ya había conocido interpretando su primera ópera en Milán. Una gran mujer la Strepponi, que dejó el canto por amor. Tenía un pasado borrascoso pero a Verdi eso no le importó. Las murmuraciones le traían sin cuidado, pero la burguesía, la sociedad que le rodeaba, no le perdonó aquella provocación, presentándose en Busseto con su "amiga". Y cuando la ciudad decidió construir el Teatro que lleva su nombre -coqueto, elegante y entrañable-, Verdi renunció al palco que le concedieron de por vida, en señal de desprecio.


Cartel Aida

Retrato de Verdi de Giovanni Boldini.

  Las malas lenguas afirman que le inspiró el modelo de "Violeta", la mujer libre y sin prejuicios, que los italianos llamaban traviata, denominación que no refleja exactamente esas virtudes. Años más tarde, al no tener descendencia, la Strepponi decide adoptar como hija a una sobrina, llamada María Carrara. Giuseppe le dio su apellido y ahora, los Carrara Verdi son los poseedores de esta mansión y de estas tierras que Verdi amó con locura y que ahora se pueden visitar.

  El invierno es duro en esta tierra. Verdi lo sabía y por eso los transcurría en Génova y Milán, porque en Sant'Agata, a tres kilómetros de Busseto, donde vivió treinta años, los últimos de su existencia, se moría de frío a pesar de que intentó por todos los medios implantar un rudimentario sistema de calefacción que todavía se conserva.

  Desde Busseto, por carreteras comarcales, se llega a Samboseto, pueblo encantador, con su preciosa iglesia. Muy cerca está Diolo di Soragna. Es obligado detenerse ante la Torre que alberga el Museo Giovanni Guareschi, en el denominado "Centro del Boscaccio".

  Después surge Roccabianca, cerca del Po, que exhibe una magnífica plaza porticada. Sissa es el siguiente pueblo, maravilloso, tranquilo, con su correspondiente Castillo -en estas tierras a estas edificaciones mitad palacios mitad fortalezas las denominan Rocca- y mansiones de fin de siglo XIX, como Villa Scaramuzzi.

  Camino de Colorno se pasa antes por San Nazzaro, con su obligada iglesia rompiendo el horizonte. A la llamada "Reggia de Colorno" se llega atravesando un puente empedrado sobre el Canal Lorno. La suntuosa y monumental residencia de los Farnesio, de los Borbones y de María Luisa de Parma, es llamada la "pequeña Versalles parmense". Residencia de verano -está a catorce kilómetros de Parma-, sus fuentes, su jardín a la francesa y sus amplios salones, con sus llamativos frescos, la hacen acreedora a esta denominación. Actualmente es de propiedad pública y la restauración ha merecido la pena.

  De nuevo en camino, presintiendo el Po, el gran Po. Recomiendan observarlo desde Sacca, porque en el pueblo hay un restaurante, "Stendhal", que recuerda que el gran escritor francés venía por aquí, seguramente a contemplar el Po en el gran recodo que a estas alturas dibuja. En época invernal, su gran caudal de agua impresiona. Las grandes embarcaciones se suelen ver en aprietos con las corrientes.

  De vuelta a Colorno, pero ahora evitando su paso, por una ruta secundaria que hace atravesar dos pueblos muy tranquilos, Torrile y Trescasali, se llega a San Secondo Parmense y su famosa "Rocca de los Rossi", que junto a la "Rocca Meli Lupi" de Soragna y la "Rocca Sanvitale" de Fontanellato, configuran el triángulo de oro de esta región parmense y uno de los motivos esenciales del recorrido.


Monumento a Verdi. Busseto

Palazzo Orlandi. Busseto

  Los tres castillos no distan más de nueve kilómetros el uno del otro y la duración de las visitas depende del interés puesto en cada uno. Quizás la más llamativa y espectacular sea la Rocca de Fontanellato, con su estructura cuadrada y rodeada de una fosa de agua de casi tres metros de profundidad, que antiguamente la alimentaban arroyos naturales. El Castillo es famoso porque alberga la obra maestra de F. Mazzola, apodado "Il Parmigianino", la salita de Diana y Acteón, una estancia decorada con el mito del joven que espiaba a Diana en su baño y se convierte en ciervo.

  El recorrido termina en Parma. Íntima, fascinante, recoleta, entrañable. son los primeros adjetivos que se me ocurren cuando me refiero a Parma, la ciudad italiana que fuera antigua capital del Ducado que siglos atrás fuera español. Situada en el corazón de Italia, en la Emilia Romagna, y en medio de una de las grandes vías romanas, la famosa via Emilia, no es lugar frecuentado por el turismo de masas. En Semana Santa, Parma es la gran oportunidad para compaginar arte y descanso.

  Pocas veces se habrá dado en una ciudad la coincidencia de artistas tan excepcionales como Antonio Allegri, llamado "El Correggio", Antelami y el "Parmigianino". El primero nos dejó esa maravilla de cuadro que es La Virgen de San Jerónimo. Francisco Mazzola, apodado "Parmigianino", nos legó uno de los cuadros femeninos que han hecho famosa a Parma: La esclava turca, que se exhibe en la Galería Nacional, y que constituye la obra más significativa del manierismo del Cinquecento. El trío de damas se completa con el Retrato de Maria Luigia, duquesa de Parma, de Giovanni Battista Borghesi. Parma adora a esta mujer, a la que debe casi todo su esplendor. Hija del emperador de Austria y segunda mujer de Napoleón Bonaparte, llegó a ser desde 1816 a 1847 duquesa de Parma, Piacenza y Guastalla. El cuadro se encuentra también en la Galería Nacional, pero existe otro en el Museo Glauco Lombardi, lugar muy interesante y totalmente restaurado en 1999.

  Parma es ya, de por sí, como ciudad, un Museo al aire libre en el que todo está a mano. En el centro histórico, en la Plaza que alberga su Catedral y el increíble Baptisterio, tiene uno la sensación de que todo es un montaje, un decorado de cartón-piedra para una película histórica o de un film de Bertolucci. En esta ciudad el famoso cineasta italiano rodó La estrategia de la araña y Antes de la Revolución.

  Es posible que en los meses de verano, al atardecer, cuando el sol cae y reverbera en los mármoles rosáceos, sea el momento más indicado para admirarla y amarla. Es posible que en invierno tenga otro encanto -yo la prefiero así- cuando la foschía, esa niebla casi volátil, lo invade todo y por las calles y callejuelas silenciosas cientos de bicicletas nos regatean, con ciclistas embozados en bufandas y cubiertos con gorros y viseras. Hace tiempo que dejaron de verse las boinas, que los italianos llaman il basco. Y los vascos, txapela.

  Y tras admirar esta maravilla de plaza nos aguardan las divinas cúpulas de los dos edificios mencionados, el Baptisterio y el Duomo o Catedral.

  De forma octogonal y revestido de mármol rosa de Verona, el Baptisterio es una de las joyas del arte medieval italiano. Fue proyectado por Benedetto Antelami, que dirigió también la construcción entre 1196 y 1216. Los frescos de la bóveda provocan en quien los contempla un inexplicable estremecimiento, ayudado todo ello por una lograda iluminación. El tema principal gira en torno al Bautismo de Cristo. El Baptisterio fue completamente restaurado, tanto en su interior como en el exterior, entre 1986 y 1992.

  Conviene visitarlo, al igual que el Duomo después, nada más abrirse sus puertas o a la hora habitual del almuerzo de los turistas, para no encontrarnos con visitante alguno y poder sentarnos y dirigir la vista hacia arriba. Es entonces cuando nos llegará el éxtasis, el momento maravilloso.

  Terminada la visión terrenal del Baptisterio nos aguarda el Duomo, soberbio ejemplo de arquitectura románica, modificada a instancias del propio Correggio, que además decoró su famosa cúpula. El tema principal es la Asunción de la Virgen, pintado entre 1526 y 1530. En el interior, entre otras maravillas, una obra maestra del citado Antellami: El Descendimiento. No tuvo suerte nuestro compatriota Leandro Fernández de Moratín, el autor de la famosa comedia El sí de las niñas, cuando visitó Parma en septiembre de 1793. Lo encontró todo en franca decadencia y degradación. Solamente los cuadros del Correggio le llegaron al alma. La restauración del monumento ha sido muy posterior, en los años noventa del siglo pasado con la financiación de Parmalat, cuando todavía la crisis no había estallado.


Placa dedicada a Stendhal. Parma

Rocca de Fontanellato

  Muy cerca se encuentra una tercera cúpula, también del Correggio. Está en la iglesia de San Juan Evangelista. En su interior hay frescos del omnipresente Parmigiagino. En el monasterio anexo, una visita ineludible: la Biblioteca con sus bóvedas magníficamente decoradas. Contiguo a este conjunto, se halla la histórica "Farmacia de los monjes", de obligada visita también.

  En esta ciudad uno se encuentra con una raza particular de turistas, mitómanos y fetichistas, en su mayoría franceses, que portan en su mano o en su mente un ejemplar de La Cartuja de Parma, de su admirado Henry Beyle Gagnon, más conocido por su nombre artístico: Stendhal. Son los "stendhelianos". En cuanto pisan Parma tratan de localizar inútilmente la Cartuja que da título a la obra porque ésta no existe en la realidad. Es un resumen de varias cartujas que existieron y que pasaron a mejor vida o a otros menesteres. El escritor Enrique Vila-Matas cuenta en su libro de relatos El viento ligero en Parma que en uno de sus viajes a la ciudad de las cúpulas decidió conocer la cartuja indicada en las guías turísticas y se encontró con "una anodina finca vallada donde instruyen a futuros policías de tráfico". Al parecer, esta cartuja que recomiendan las guías y que está situada en la via Mantova, nunca la pisó Stendhal. Y los policías que de ella salen no van al infierno del tráfico, sino a instituciones penitenciarias.

  Lo que se sabe, según el estudioso Antoine Adam, es que cerca de Parma, en su extrarradio, traspasando la puerta de San Michelle -hoy Plaza Vittorio Emanuele- existió una cartuja -la de Vicopo- que parece habría sido la que le sugirió al escritor el escenario de las aventuras de Fabricio del Dongo. Pero por conveniencias de la trama, la situó en la cercana localidad de Sacca, donde precisamente hay un restaurante muy famoso que lleva el nombre del escritor. Y es que el francés, puesto a inventar y confundir a los mitómanos, se inventó una torre, la "Torre Farnese", desde la que su héroe divisa un imponente panorama. En Parma no existe ninguna "Torre Farnese" y difícilmente pudo divisar ningún panorama. Dicen que se inspiró en el Castell Sant'Angelo romano.

  El escritor modenés Antonio Delfini, a quien siempre recordaré por su precioso relato El recuerdo de la vasca, sostenía que realmente la novela tenía que haberse desarrollado en Módena y no en Parma, pero el escritor no quería contrariar al Duque de Módena. s

  Evidentemente, no podía faltar en Parma un Hotel Stendhal, muy céntrico por cierto, pero curiosamente no hay monumento, calle ni plaza a él dedicados. Eso sí, en una estrecha y céntrica calle denominada Borgo P. Giordani, junto a una puerta de ingreso a los jardines públicos de San Paolo, existe una placa con la efigie del escritor y una inscripción que recuerda que por allí entraba Stendhal camino del monasterio de las benedictinas para admirar los cuadros de su adorado Correggio.

  En su famoso Teatro Regio, de obligada visita, siguen teniendo gran importancia sus temporadas líricas. En Parma nació el gran director de orquesta Arturo Toscanini y la visita a su casa natal, convertida hoy en museo, resulta también muy interesante. Parma tiene también otros atractivos como la iglesia de Santa Maria della Steccata, el palacio de la Pilotta, en cuyo interior se encuentra el Museo Nacional, la Biblioteca Palatina y el maravilloso Teatro Farnese.

Este relato está incluido en el libro Viajes para mitómanos, reeditado en formato electrónico. En alonsoibarrola.com podrás leer más relatos y viajes culturales del autor.

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Creada por Paco G. Leal